domingo, 16 de diciembre de 2012

Rabat: crisol de palabras


Durante mi infancia, y parte de mi juventud, he vivido, como la mayoría de los andaluces, en una situación que calificaría de inconsciencia en relación a nuestra historia. Nací en la misma ciudad en la que lo hicieron, en el siglo XII, el poeta Ibn Lubbal y el comentarista de las Macamat de al-Hariri, conocido por los literatos como al-Charichi. Por las calles de mi ciudad natal, Charich, Jerez, a la que apodaron ‘de la frontera’ –porque la Conquista lo quiso así mientras iban extendiéndose hacia el Sur y el Este de la Península– he jugado y paseado ante los restos de las murallas, el alcázar o la mezquita almohades y me he perdido en el trazado árabe de su casco antiguo mientras iba creciendo sin saber cuáles eran nuestros afortunados orígenes. Mi madre siempre me dijo que su padre, del que tengo vagos recuerdos, era gitano. Hoy en día se habla del origen morisco de los gitanos andaluces y a ellos me agarro para reivindicar mis orígenes bastardos: fenicio, romano, visigodo, árabe, bereber, mediterráneo. ¿Qué sería el mundo si no nos mezcláramos? ¡Cuán pobres serían las culturas!
Visité Rabat por primera vez en 1993, poco después de volver de Argelia, en donde viví dos años y en donde descubrí una cultura de la que poco o nada había oído hablar. No volví a pisar sus calles hasta diez años después, cuando me quedé a vivir más de un año y medio. Desde entonces, siempre he vuelto, ya que en la ciudad y en sus gentes hay algo que me invita con hospitalidad a hacerlo. Mi formación de filólogo me introdujo –y todavía– por sus calles y avenidas buscando libros y palabras. El paseo por la medina, los Udaya, Chella, la ciudad nueva o la desembocadura del Buregreg son para mí un paisaje de tranquilidad en el que voy descubriendo nuevas sensaciones que brotan de voces que oigo o leo. El dialecto árabe que se habla hoy en día en la capital se conoce como urbano. La ciudad ha ido acogiendo a lo largo del pasado siglo y de este a gentes que han llegado de las zonas rurales. El resultado ha sido una especie de habla en la que conviven diferentes sonidos o palabras que definen un significado.
A Rabat llegaron durante los siglos XVI y XVII andalusíes expulsados de la Península Ibérica que se asentaron en la medina y se mezclaron con los autóctonos, surgiendo así un dialecto árabe en el que la presencia andalusí era un rasgo importante. A este habla se le conocía como ‘Árabe Antiguo de Rabat’. Esta gente empezó a irse tras la independencia hacia los barrios nuevos de la capital. Tuve la suerte de conocer a dos señoras mayores que conservaban este dialecto con rasgos andalusíes, las cuales me contaron algunos cuentos populares que habían heredado de sus madres, Teffah la-hbala ‘la manzana del embarazo’ o ‘el gato Mermuz’. En ellos pervive un diminutivo andalusí con sufijo -un, de alguna lengua romance, que es raro oír ya: natfun ‘desplumadito’, tayhun ‘caidito’, wakhun ‘sequito’. Luis Brunot publicó en 1931 una colección de textos (Textes arabes de Rabat, Publications de l’Institut des Hautes Études Marocaines 49. Rabat: Paul Geuthner) en los que se refleja el Árabe Antiguo de Rabat. En él encontramos palabras –muchas de ellas desconocidas hoy en día– cuyo origen es español o de otras de las lenguas romances que se hablaban en la Península Ibérica: baho ‘vapor’ (< esp. vaho), barmil ‘barril’ (< rom. barril < bajo lat. barriculum), bartal ‘gorrión’ (< rom. partal < lat. pardalus), basseta ‘peseta’ (< esp. peseta), bastila ‘volován’ (< rom. pastel < lat. pastillus), kerballo ‘cedazo’ (< esp. cribelo < lat. cribellum), mamma ‘mamá’ (< esp. mama o mamá), mbistin ‘bien vestidos, elegantes’ (pl. de un participio < esp. vestir, viste, vestido o vista), mwaken ‘máquinas’ (pl. de makina < esp. máquina), randa ‘randa’ (< esp. randa), ryal ‘real’ (< esp. real), saka ‘tercena’ (< esp. saca de tabaco), chilya ‘silla’ (< esp. silla), taba ‘rapé’ (< fr. tabac o del esp. tabaco).
Siempre me he preguntado qué serían las lenguas si no exsitieran estos préstamos. La riqueza del árabe hablado por las gentes de Rabat, del español y de todas las lenguas, tiene mucho que ver con la ida y venida de los pueblos, con la mezcla de sus gentes. La capital de Marruecos es un crisol de palabras de diferentes culturas cuyo ejemplo debe servirnos para seguir creando lazos entre todos los ciudadanos de nuestro planeta.
Francisco Moscoso García

No hay comentarios:

Publicar un comentario